Por el Dr Alberto Ortiz
El movimiento artístico
romántico se resume perfectamente en este retrato. Por un lado, su autor,
Eugène Delacroix, máximo representante del romanticismo burgués de la pintura
francesa de la primera mitad del siglo XIX, y en cuya pintura se advierte el dinamismo
de las figuras y la variedad de colores. Y por otro lado, el retratado,
Fréderic Chopin, pianista y compositor de origen polaco máximo exponente del
individualismo romántico. De padre francés, ya desde muy joven, Chopin mostró
unas cualidades y un talento innato para la música, que iría perfeccionando con
el tiempo. A causa de la invasión zarista, abandonó su Polonia natal en 1830
para recalar en París, donde entró en contacto con los círculos culturales de
la alta sociedad parisina. De estos ambientes ilustrados, nació su amistad con
diversos escritores y pintores, Delacroix entre otros, y una relación afectiva
muy intensa que vivió con la escritora George Sand.
De la imagen se desprende un rostro enfermizo y melancólico, resaltado por la mirada doliente y pesarosa. El motivo de esta condición dolorida habría que buscarla en la tuberculosis, enfermedad que le acompañó gran parte de su existencia. En su fisonomía se advierten los signos clínicos típicos de esta patología: caquexia, decaimiento, laxitud. La infección, causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, se manifiesta con un cuadro pulmonar en el que hay tos, fiebre, dolor torácico, hemoptisis y sensación de ahogamiento. A nivel externo, se manifiesta en un permanente estado de debilidad y astenia.
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