Por el Dr. Alberto Ortiz
Pintor llamado así por el
oficio de su padre, tintorero de sedas, Tintoretto fue uno de los más genuinos
representantes de la escuela veneciana. Se educó artísticamente en Venecia,
aunque su estilo adquirió un intenso dramatismo tras un viaje a Roma para estudiar
a Miguel Ángel, cuando todavía no era maestro. Además, esta influencia se vio
acentuada por la corriente manierista, imperante en Italia en aquel momento. A
partir de entonces, las figuras se alargarán y mostrarán pronunciados escorzos,
y aumentarán los efectos de la perspectiva escénica y los violentos contrastes
entre luces y sombras.
San Roque se distinguió por el auxilio a los enfermos de peste cuando en Italia estalló la primera gran epidemia en 1348. Desde este mismo momento, fue un santo muy venerado en toda Europa, y se le invocaba para conseguir su protección frente a las plagas. Por esta razón, las representaciones sobre su figura y sus hechos fueran muy abundantes. Sus imágenes también sirvieron para ejemplarizar el altruismo y el sacrificio que hizo por enfermos a los que con tanto amor cuidó. No obstante, con el tiempo, la leyenda de san Roque se distorsionó, llegándose a decir que restablecía a los enfermos de peste mediante la señal de la santa cruz. En base a esta creencia, Tintoretto presenta al santo, ataviado con su traje de peregrino, en el momento de realizar una de sus curaciones milagrosas a un enfermo tumbado. En las partes laterales de la habitación se distribuyen los apestados componiendo un par de marcadas diagonales, que se unen en el centro de la escena. De esta forma, se consigue focalizar la atención en el centro de la composición, justo donde está el santo, al mismo tiempo que se genera un efecto de profundidad sorprendente.
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