Por el Dr. Alberto Ortíz
Durante el barroco, la pintura de género flamenca se dedicó a representar la realidad con un predominio del deseo de agradar, tanto por el empleo del colorido como por la gracia de las imágenes reflejadas, independientemente de la significación religiosa o política que impregnó los diferentes estratos de la sociedad. En el plano costumbrista, el pintor natural de Amberes, Jan Siberechts, será un distinguido heredero de una tradición que comenzó a ser muy popular en el siglo XVI con Pieter Bruegel “El Viejo”, y que continuó posteriormente, en el siglo XVII, con David Teniers, como uno de sus más destacados exponentes. Pero a diferencia de sus predecesores, Siberechts dio un enfoque diferente a estas escenas de género y paisajes, en cuya composición se interesó principalmente por la representación de la vida campestre natural y sencilla, enmarcada en el contexto de un entorno apacible.
Este rasgo diferencial con respecto a otras pinturas de género, se puede contemplar en este cuadro donde un grupo de granjeros están realizando las tareas propias de su oficio. De la imagen se podría concluir que el trabajo en el caserío está bien organizado; los hombres, incluido el adolescente que sale del pesebre con un rastrillo en su mano, se dedican a los trabajos más arduos y penosos, mientras que las mujeres, aunque también ayudan en la labores de la granja, se centran principalmente en los quehaceres domésticos como llevar la cesta con ropa para su lavado o el cuidado de los niños. En este sentido, destaca la mujer sentada de frente al espectador despiojando a una niña. Viéndola absolutamente concentrada en la búsqueda de parásitos, mirando y hurgando en todas las partes del cuero cabelludo, se podría deducir que la mujer ya ha realizado esta tarea con anterioridad, y está acostumbrada a hacerla. Además, nos da una idea de la alta frecuencia de infestación de piojos y otros ectoparásitos entre los niños.
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