Entre 1946 y 1948, los Servicios de Salud Pública del gobierno norteamericano, dirigidos por el médico John Charles Cutler, bajo la administración del demócrata Harry S. Truman llevaron a cabo un proyecto de inoculación de sífilis y otras enfermedades venéreas como la gonorrea en soldados guatemaltecos, presos, pacientes psiquiátricos, prostitutas e, incluso, niños huérfanos sin su consentimiento ni conocimiento para determinar la capacidad de la penicilina de curar estas enfermedades.
Cutler sería tristemente conocido también por participar en otro estudio del gobierno igualmente aborrecible el famoso "Tuskegee Study" realizado en Alabama entre población afroamericana. Se calcula que más de mil quinientas personas fueron infectadas. Durante los experimentos, se utilizó preferentemente a prostitutas enfermas de gonorrea o sífilis para contagiar a individuos privados de libertad, soldados o pacientes de manicomios. Al comprobarse que eran muy pocos los hombres que se habían contagiado, se pasó a la inoculación directa, inyectando la bacteria directamente en el pene, el brazo o la espalda de las víctimas. Se pretendía estudiar el desarrollo de las enfermedades venéreas en periodos prolongados de tiempo, sin ofrecer tratamiento alguno a los infectados.
Llama la atención que otros organismos también apoyaron el estudio como el National Institutes of Health (NIH) y la Organización Panamericana de la Salud. Incluso el propio gobierno de Guatemana de aquella época parece ser que consintió los experimentos.
Unos pocos años antes, el famoso Dr. Mengele realizó experimentos muy similares con prisioneros para probar tratamientos contra la malaria, más de 1.000 individuos fueron deliberadamente expuestos a mosquitos infectados de malaria o infectaron deliberadamente prisioneros con el tétanos y otros agentes para probar la la eficacia del antibiótico sulfonamida. Por no hablar de la experimentación con seres humanos que se llevó a cabo por los japoneses contra los soldados chinos y otros en su infame Unidad 731.
En octubre de 2010, el gobierno de Estados Unidos reconoció los sucesos, que consideró abominables y gravísimos, y se disculpó públicamente por éstos, con una inusual excusa presentada por la secretaría de Estado al pueblo guatemalteco. Junto con el reconocimiento de culpabilidad, Barack Obama, presidente de los Estados Unidos, sostuvo comunicación telefónica con el presidente guatemalteco Álvaro Colom, expresando su profundo pesar por lo sucedido y pidiendo perdón.
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