Una sección coordinada por el Dr. Alberto Ortiz
Este es el último retrato que Sorolla pintó sobre su hija María durante su estancia en el Pardo a causa de la convalecencia de tuberculosis. Sin embargo, en este cuadro, a diferencia del resto de la serie, María se muestra casi completamente recuperada. Ha abandonado la tarima en la que aparecía recostada, y el abrigo y la gorra, que le acompañaron en las otras representaciones, han sido sustituidos por un ligero vestido blanco y un sombrero sujetado por un pañuelo atado al cuello, indicándonos que los días invernales son cada vez más calurosos. Bajo una sombrilla, María aparece sentada sobre una silla de madera y en su regazo sostiene un estuche de colores, en una actitud de dibujar el paisaje que está contemplando. Como su propio padre escribiría en una carta “sólo se puede ser feliz siendo pintor”, María seguía los consejos de su padre en la pintura, disciplina que en aquel momento se convertiría en el complemento ideal en la terapia antituberculosa.
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